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El fascismo ante todo, y en sentido histórico, fue un movimiento político y social nacido en Italia en 1919 elaborado primero por los Fascios de Combate creados, entre otros, por el ex-dirigente socialdemócrata Benito Mussolini tras la Primera Guerra Mundial, donde confluyeron algunos militantes socialdemócratas partidarios de la intervención de Italia en la Gran Guerra, sindicalistas revolucionarios seguidores de las teorías sobre la violencia de George Sorel, nacionalistas irredentistas de corte jacobino (que siguieron después al poeta Gabriele D'Annunzio en su recuperación para Italia del Fiume, hasta entonces parte del Imperio Austro-Húngaro ya fenecido, y corporativistas económico-sociales, partidarios de la "superación de la lucha de clases" mediante el armonismo social corporativo entre burguesía y proletariado, "todos igual de trabajadores" en pos de la obra colectiva a salvaguardar y hacer perdurar: el Estado. Hasta 1921 los Fascios de Combate, que tomaron su nombre de guerrillas de corte jacobino-socialista partidarias de la reforma agraria radical en la italia del siglo XIX, fueron el grupo que lideró el movimiento y que conformó la doctrina fascista, siempre poco elaborada pero con algunos puntos fundamentales que fueron siempre inamovibles. De 1921 a 1943, y ya en el poder en Italia, el Partido Nacional Fascista como partido único del régimen, dirigió la política italiana y señaló las directrices de la ideología fascista. De 1943 a 1945, tomó su relevo el Partido Fascista Republicano que gobernó en la efímera República Social Italiana, o República de Saló, Estado títere del Tercer Reich en los actos finales de la Segunda Guerra Mundial.
Los grupos ideológicos que confluyen en el primer fascismo italiano son los mismos que influyeron en toda Europa en movimientos políticos parejos, similares e inspirados en el fascismo:
a) Socialdemocracia antimarxista.
b) Corporativismo socioeconómico defensor de un Estado socialmente piramidal y jerarquizado "superador de la lucha de clases".
c) Sindicalismo de tipo soreliano muy conectado con el corporativismo.
d) Nacionalismo mezcla de jacobinismo y etnicismo culturalista. La defensa del Estado unitario se mezcla en Italia con la defensa de la lengua italiana y de la etnia latina como conformadores de su identidad. Si bien el racismo no fue en los inicios tan acentuado como en el nacionalsocialismo alemán, pues había muchos judíos militando en el Partido Nacional Fascista, acaba tendiendo a la judeofobia y el racismo genérico debido a los componentes etnicistas de sus fundamentos. Estos elementos transversales de mezcla del nacionalismo cívico-político de tipo francés y del nacionalismo étnico-romántico de tipo alemán se toma, por influencia, de grupos nacionalistas radicales decimonónicos como Acción Francesa, donde la defensa del Estado unitario y republicano se mezcla con el racismo, la exaltación colonial y la defensa de determinadas formas tradicionales de vida, si bien el fascismo, a pesar de su posterior connivencia con la Iglesia Católica y la Monarquía italiana, es en principio un movimiento político amoral y libertino.
e) Imperialismo de tipo colonial depredador unido a una exaltación del militarismo.
f) Irracionalismo filosófico, del que es un buen ejemplo la exaltación de las emociones, de la acción sobre la reflexión racional y de la juventud como etapa más guerrera del ciclo vital humano.
Aunque se intentó conformar una Internacional Fascista en la década de 1930, esta fracasó estrepitosamente, debido al carácter netamente italiano, e italianista, del movimiento. No obstante, si se ha acabado generalizando el término fascista, en sentido político, para referirse por igual al fascismo originario con el nacionalsocialismo, el nacionalsindicalismo español, el rexismo belga, la Cruz de Hierro rumana, la Orden Negra rusa, la Ustacha croata o el imperialismo japonés del segundo cuarto del siglo XX, no sería por mera analogía, sino porque estos movimientos comparten, sin excluir sus características propias, los elementos de influencia conformadora de los mismos que tuvo el fascismo. Así pues, el llamar fascista a Hitler, a León Degrelle, a Anton Musser o a José Antonio Primo de Rivera no supondría un error total, sino un necesario englobamiento de un movimiento político y social que, a pesar de su radical nacionalismo identitario, tuvo una innegable repercusión universal, y prueba de ello es que el fascismo fue el elemento raíz y núcleo del bando del Eje de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto bélico más importante y devastador de la Historia.
El fascismo supuso ser un movimiento aglutinador de tendencias que, en positivo, se definía como arriba hemos dicho. En sentido negativo, el fascismo era anticomunista (está en contra de la disolución de los Estados, de las naciones étnicas y de las clases sociales, antes bien, trata de "armonizar" las clases entre sí en pos de la misión común: el Estado), antimarxista (está en contra del materialismo filosófico), antiliberal (está en contra del individualismo), antidemócrata (está en contra de los sistemas partitocráticos y exalta el personalismo de tipo "cesaropapista" del líder infalible del Partido y del Estado, aunque también de la Fe nacional y del destino futuro), antipacifista (está a favor del uso de la violencia política cuándo, cómo y dónde sea, para ellos, necesaria su uso) y antitradicionalista (rechaza la tradicional unión de Trono y Altar del Antiguo Régimen, aún cuando la mística religiosa de todo tipo adorna desde sus inicios al fascismo, y exalta el progreso científico y tecnológico siempre enlazándolo con sus ideas filosóficas y políticas básicas).
El fascismo, allá donde arraigó, se conjugó con determinadas configuraciones antropológico-históricas de la sociedad política donde se desarrolló. El fascismo original italiano se consideró continuador radical del Risorgimento decimonónico, enlazándolo con el pasado imperial romano. Nunca llevó a cabo su programa político máximo. El nacionalsocialismo alemán, sin negar sus características propias diferenciadoras, y según Stanley G. Payne, fue la versión más radical de fascismo, fue la forma de fascismo más extrema, y la que llevó hasta sus últimas consecuencias su programa máximo. El nacionalsocialismo radicalizó el corporativismo fascista, radicalizó el racismo hasta el exterminio en el Holocausto, radicalizó el antimaterialismo filosófico y el irracionalismo, el anticomunismo (la Wehrmacht alemana mató a más de 27 millones de soviéticos, entre militares y civiles, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando invadió la URSS, constituyendo este el mayor genocidio de aquella guerra), el antiliberalismo (negó el individualismo hasta el extremo no ya de identificar al colectivo con el Estado alemán, sino que identificó la verdadera comunidad política con la raza, siendo el Reich un instrumento para la unificación de todos los arios germánicos disueltos desde Europa hasta muy entrada Asia, y de ahí su política del Espacio Vital hacia el Este), y el antitradicionalismo (el Tercer Reich disuelve por completo lo que quedaba en la República de Weimar del pasado Segundo Reich monárquico prusiano, aunque toma elementos de éste, y asocia el imperialismo alemán no con la monarquía y la fe, sino con el führer, guía o caudillo, y con la raza). En el caso español, la fe católica (como la fe ortodoxa en Rumanía), y al igual que en Bélgica o en Croacia, fue el elemento fundamental, no tanto como la idea de Hispanidad supuestamente inicial, pues la orientación del partido único del régimen franquista, desde la Guerra Civil, FET y de las JONS, fue más europeísta (debido a la cercanía ideológica con Alemania e Italia) que hispanoamericanista. Tras la Segunda Guerra Mundial, Franco orientó España todavía hacia Europa, sentando las bases ya durante la dictadura para la incorporación de España en la Comunidad Económica Europea, hoy UE, y también con Estados Unidos, dejando de lado a Iberoamérica hasta el punto de que, en cierta medida, las actuales relaciones de tensión entre España y las naciones hispanoamericanas, tienen su origen en época franquista. Y esto dicho a pesar de las buenas relaciones que la España de Franco tuvo con la Cuba de Castro (a nivel diplomático y comercial), la Venezuela de Pérez Giménez, la Argentina de Perón o el Chile de Pinochet, no así con México.
Hoy día, el neofascismo y el neonazismo, como movimientos directamente herederos del fascismo derrotado en 1945, y conscientes del fracaso del corporativismo armonista de las clases sociales, se han bifurcado, a mi juicio, en dos corrientes principales. La, digamos, populista homologada, propia de partidos políticos con alto respaldo electoral, un discurso centrado en la identidad nacional étnico-estatal (sea para defender Estados ya existentes como el Frente Nacional francés, sea para defender la creación de nuevos Estados como el separatismo flamenco en Bélgica o padano en Italia), la oposición a la inmigración y a la "mundialización" capitalista. La otra, sería la puramente subversiva, revolucionaria y violenta que pueden representar grupos como Svoboda o Pravy Sektor en Ucrania o Amanecer Dorado en Grecia.